Escena III
DOÑA INÉS y DON JUAN.
D. JUAN: ¿Adónde vais doña Inés?
Da INÉS: Dejadme salir, don Juan.
D. JUAN: No os dé cuidado
que a vuestro padre
un mensaje le he enviado.
Le dije que os hallabais
bajo mi amparo segura,
y el aura del campo pura
libre por fin respirabais.
Cálmate pues, vida mía;
reposa aquí, y un momento
olvida tu convento.
¡Ah! ¿No es cierto ángel de amor
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
Esa armonía que el viento
recoge entre esos millares
de floridos olivares,
que agita con manso aliento;
ese dulcísimo acento
con que trina el ruiseñor.
¿No es verdad gacela mía,
que están respirando amor?
Da INÉS: Callad don Juan
que no puedo resistir
mucho tiempo, sin morir,
tan nunca sentido afán.
Callad por compasión
que oyéndoos, me parece
que mi cerebro enloquece
y arde mi corazón.
¡Don Juan! ¡Don Juan! Yo lo imploro
de tu hidalga compasión:
o arráncame el corazón,
o ámame porque te adoro.
D. JUAN (En ese preciso instante don Juan se enamora de ella. Al
verla tan pura e inocente):
¡Alma mía! Esa palabra
cambia mi modo de ser.
Es Dios que quiere por ti
ganarme para Él quizá.
Desecha pues, tu inquietud
bellísima doña Inés,
porque me siento a tus pies
capaz aún de la virtud.
Síntesis del modelamiento:
CONCRECIÓN DE LA EVIDENCIA. Listado de ideas
Elaborado por: Milagritos Tuesta, Ruth Jimenez, Cenia Aguirre, Evelyn Vallejos y Delia Sanchez.
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