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Foto del escritorMilagritos Tuesta Vela

"Fragmentos", actividad 5. DMPA 6

“Interior L”

Cuando quedaron los tres hombres solos hicieron el acuerdo. El ingeniero era un hombre muy elegante. Recordó que mientras estuvo hablando, él no cesó de mirarle estúpidamente los dos puños blancos de su camisa donde relucían gemelos de oro.

—El juicio no conduce a nada —decía, paseando su mirada por la habitación con cierto involuntario fruncimiento de nariz—. Estará usted peleando durante dos o tres años en el curso de los cuales no recibirá un cobre y mientras tanto la chica puede necesitar algo. De modo que lo mejor es que usted acepte esto… —Y se llevó la mano a la cartera.

Su dignidad de padre ofendido hizo explosión entonces. Algunas frases sueltas repicaron en sus oídos. «¿Cómo cree que voy a hacer eso?», «¡Lárguese con su dinero!», «¡… el juez se entenderá con ustedes!». ¿Para qué tanto ruido si al final de todo iba a aceptar?

—Ya sabe usted —advirtió el ingeniero antes de retirarse—. Aquí queda el dinero, pero no meta al juez en el asunto. (Ribeyro, 2020, p. 9-10)


“La piel de un indio no cuesta caro”

Miguel cogió los papeles. Uno era un certificado de defunción extendido por el médico de la Asistencia Pública de Canta. No aludía para nada el accidente. Declaraba que el muchacho había muerto de una "deficiencia cardiaca". El otro era un parte policial redactado en los mismos términos.

Miguel devolvió los papeles.

—Esto me parece una infamia —dijo.

El presidente guardó los papeles.

—En estos asuntos lo que valen son las pruebas escritas —dijo—. No pretenderás además saber más que un médico. Parece que el muchacho tenía, en efecto, algo al corazón y que hizo demasiado ejercicio.

—El cerro está bastante alto —acotó Dora.

—Digan lo que digan esos papeles, yo estoy convencido de que Pancho ha muerto electrocutado. Y en los terrenos del club.

—Tú puedes pensar lo que quieras —añadió el presidente—. Pero oficialmente éste es un asunto ya archivado.

Miguel quedó silencioso.

—¿Por qué no vienen conmigo al club? La fiesta durará hasta media noche. Además, insisto en que veas el lugar donde construiremos el bar.

—¿Por qué no vamos un rato? —preguntó Dora.

—No. Partimos a Lima en este momento. (Ribeyro, 2020, p. 42)

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